“No me puedo ir”: La única mujer oficial que desafía al miedo en Igualapa
En un pueblo marcado por la violencia y el miedo, solo cinco policías municipales siguen en funciones. Entre ellos, destaca una joven indígena de 28 años, la única mujer policía en el municipio de Igualapa, quien, pese a las amenazas de muerte, ha decidido no abandonar su uniforme ni a su comunidad.
El pasado mes, una emboscada de grupos criminales dejó un saldo trágico: cuatro agentes asesinados en un ataque que sacudió a esta localidad de la región Costa Chica de Guerrero. Desde entonces, el terror se apoderó de los pasillos del Ayuntamiento, las patrullas dejaron de circular con normalidad, y muchas familias se encerraron en sus casas.
Pero ella sigue.
Con apenas un chaleco antibalas y su convicción como escudo, esta joven mujer continúa patrullando las calles de un pueblo casi desierto, donde el silencio nocturno es más fuerte que cualquier sirena. “No me puedo ir. Aquí está mi gente. Si nosotros no defendemos nuestro lugar, ¿quién lo va a hacer?”, dijo bajo anonimato por seguridad.
Su decisión ha sido vista por muchos como un acto de valentía, pero también refleja el abandono en que se encuentran los cuerpos de seguridad locales en buena parte del país.
Según datos de la organización Causa en Común, en lo que va del año 212 policías han sido asesinados en México, un promedio alarmante que evidencia la precariedad, los riesgos y la fragilidad institucional en los que trabajan miles de elementos día con día.
En Igualapa, la cifra es más cruel: cuatro agentes caídos en un solo ataque, y una corporación reducida a cinco elementos para un municipio entero.
La joven policía, madre, hija, servidora pública, camina por la delgada línea entre la vida y la muerte. Su fe, su convicción y el amor por su tierra la mantienen firme, pero no es heroísmo lo que exige su historia, sino justicia. La pregunta que flota en el aire es si el Estado la respaldará, o si la dejará sola como ha dejado solos a tantos.
Su caso es símbolo y advertencia: en Guerrero, como en muchas otras regiones de México, la seguridad pende de un hilo… y ese hilo, a veces, tiene rostro de mujer.
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